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viernes, 12 de agosto de 2011

Cap. 44 No hay palabras.

Tenía los ojos cerrados, y decidí no abrirlos. Si era un sueño, no quería que acabara. Permanecí así por unos minutos, y al darme cuenta de que no me habían vuelto a hablar, respiré profundo, abrí los ojos, y me di la vuelta.

Ahí estaba él.

-¡Elizabeth! ¡Oh Dios mío, eres tú!

Lo vi acercarse desde lejos, ¿sería acaso uno de esos sueños que no puedes distinguir de la realidad? Caminaba lento, desesperantemente lento. Mientras más cerca estaba, mejor podía detallarlo: era él, sin lugar a dudas; pero estaba extremadamente delgado, y profundas ojeras enmarcaban sus ojos. Sus ojos… Eran justo como yo los recordaba, incluso más hermosos, y brillaban inmensamente incluso a la distancia.

Lentamente me levanté del suelo. Sí, era obvio que era un sueño pero, ¿por qué no disfrutarlo? Incluso en sueños, estar con Thomas sería lo mejor que podría pasarme.

Se acercaba poco a poco, y pude ver que cojeaba; me temblaban las piernas así que decidí no acercarme y esperar a que él llegara. Una amplia sonrisa le iluminaba el rostro, ahora demacrado. Quería que llegara, necesitaba abrazarlo. Se supone que puedes controlar tus sueños ¿no? Cerré los ojos y apreté los puños deseando que estuviera a mi lado de una buena vez, pero nada sucedió; seguía caminando tan lento como al principio. ¿Acaso existía la remota posibilidad de que… aquello fuera… real?

-Th-thomas- pronunciar su nombre me dejo un sabor amargo en el paladar. Un sueño no podía ser tan vívido, esto tenía que estar sucediendo realmente.

Vi su sonrisa ensancharse, y lo miré desde lejos mientras se esforzaba por caminar más rápido; de igual manera, no me moví.

Tibias lágrimas inundaron mis mejillas pero no me molesté en secarlas, primero necesitaba abrazarlo, saber que de verdad había vuelto y que no volvería a dejarme. Parecía que me hubieran clavado al suelo.

Seguía caminando, lento, muy lento. Cuando estuvo a tres metros pude ver que también él lloraba y sin darme cuenta un sollozo escapó mis labios. Escondí el rostro entre mis manos y esperé a que llegara, así, sin ver cuanto le faltaba para estar que estuviera de nuevo a mi lado.

De pronto, pude oírlo respirar, justo frente a mí. Pausadamente, retiré las manos de mi cara, y abrí los ojos.

-Te lo dije, te prometí que volvería para ver a mi Julieta- entonces, no lo soporté más.

Reí estáticamente y me le eché encima, abrazándolo lo más fuerte que mis temblores me permitían. Él me devolvió el abrazo mientras acariciaba mi cabello, dándome delicados besos en la frente. Sentí que estuvimos ahí, solos, una eternidad

-¿Dónde te habías metido?- logré articular en un susurro.

-Eso puede esperar, por ahora sólo quiero estar contigo.

Una sonrisa gigantesca curvó mis facciones.

Al mismo tiempo, como si hubiéramos pensado lo mismo, ambos nos sentamos en el suelo del claro. Él ya no lloraba, pero tenía en el rostro una expresión dolorosamente hermosa, jamás había visto a alguien que pudiera demostrar en un simple gesto tanta felicidad

-Te amo Elizabeth, espero que durante mi ausencia no lo hayas olvidado.

-No lo dudé ni un instante…

Se acercó a mi poco a poco y, justo como la primera vez, se detuvo un instante a centímetros de mis labios, disfrutando el momento.

Deliberadamente lento, nuestros labios se encontraron. Fue, como el anterior, un beso dulce pero a diferencia de la vez pasada este no estaba cargado de tristeza sino de añoranza. Era como si el último beso hubiese puesto mi corazón en pausa y ahora con este lo estuviera reviviendo.

Lo sentí sonreír y entonces nos separamos, ambos sonriendo y yo llorando.

-No llores más, te juro que no volveré a marcharme- hablaba bajito, casi como si murmurara.

-Eso ya lo se, no te permitiré volver a dejarme- Thomas sonrió y me miró a los ojos.

-Sabes que nunca te dejé, siempre estuve aquí contigo.

Sonreí y lo besé en la mejilla, delicadamente me solté de su abrazo y me puse en pie.

-Vamos, comenzarán a preguntarse donde me metí; además, todos estarán muy felices de verte.

Se levantó de inmediato y volvió a rodearme con sus brazos, como si tenerme cerca fuera una necesidad.

-¿No podemos quedarnos un poco más?- rió fingiendo un tono suplicante.

Yo le devolví la sonrisa, había pasado muchísimo tiempo desde la última vez que me había sentido tan feliz. Ignoré su pregunta y tirándome en sus brazos le dije:

-Aún no puedo creer que estés aquí.

-Yo tampoco puedo creer que estoy contigo.

Y de pronto una pregunta brincó en mi mente, con toda la emoción se me había olvidado.

-Oh ¿y Matt? ¿Por qué tardaron tanto?

Por primera vez desde que llegó, sus facciones se ensombrecieron.

-Matt... Él…

Se me hizo un nudo en la garganta y sentí mi corazón hundirse en mi estómago.

-Oh no…- lo miré, comencé a llorar de nuevo.

Los labios de Thomas se apretaron formando una línea recta y sus cejas casi se tocaron cuando frunció el ceño. Lo conocía bien, estaba tratando de no llorar.

-No fue tu culpa Thomas, no había nada que pudieras hacer- no sabía qué había pasado, pero mi novio tenía la mala costumbre de culparse por todo lo malo que sucedía.

Asintió secamente.

-¿Por eso tardaste tanto?

-Beth, ahora no tengo ganas de hablar de eso. Te prometo que te contaré, pero no ahora.

Fingió una sonrisa, odiaba eso. Quería que sonriera de verdad, no imaginaba por todo lo que había pasado. Me limpió las lágrimas y me abrazó fuerte de nuevo; nunca supe si él me consolaba a mí o yo lo consolaba a él, de todos modos no me importó. Quería estar con él por siempre.

Pero de pronto Thomas se puso tenso, se puso frente a mí y me rodeó la cintura en gesto protector.

-¿Oíste eso?- preguntó bajito. Yo tenía la cabeza pegada a su espalda, y la usé para negar, sabiendo que entendería-. ¿Quién está ahí?- formuló la pregunta más alto.

De la entrada del claro, salió Charlie.

-Oh Charlie, me has dado un susto de muerte- dijo Thomas.

Charlie se puso pálido, me miró con los ojos como platos y soltó por lo bajo un aullido.

-¿Tho-tho-thomas?- tartamudeó.

Sí, Thomas había olvidado que supuestamente estaba muerto y que verlo de nuevo sería un shock para cualquiera.

Thomas sonrió y me colocó de nuevo a su lado.

-Eh… supongo que pensaban que no volvería.

-Yo… yo… vine a buscar a Beth porque no había vuelto para la cena y…- parecía que no encontraba las palabras correctas.

¿La cena? ¿Tanto tiempo habíamos estado ahí? Ni siquiera me di cuenta de que había oscurecido.

-Bueno, no queremos preocupar a nadie, creo que deberíamos volver. De todas maneras necesito hablar con Peter.

Charlie seguía impresionado, pero miró al suelo y negó con la cabeza cuando dijo:

-Peter ha muerto…

-Oh- sabía que a Thomas no le agradaba mucho Peter, pero también sabía que su muerte le dolería.

-Pero si quieres puedes hablar con Robert, ahora él está a cargo- parecía que Charlie no podía evitar mirar a Thomas con ojos consternados.

-De acuerdo.

Me apretó a su lado y nos pusimos en marcha, todo era demasiado irreal. No había palabras para describir lo que sentía... Thomas de verdad había vuelto.

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Muchísimas gracias por sus comentarios en el capítulo anterior! Besos!

miércoles, 10 de agosto de 2011

Cap. 43 Un momento incómodo.

Esa noche, Peter murió.

En aquel momento la base no podría darse el lujo de llamar a alguien que pudiese transportar a aquellos que estaban heridos de gravedad por miedo a que las personas equivocadas se enteraran de su posición; y la vida de muchos soldados, como la de Peter, estaba en manos de Sophie, quien no podía hacer mucho con los pocos recursos que tenía.

La noche anterior, cuando Soph me había sacado de la enfermería, me sentía tan confundida que no pude hacer más que irme a dormir, de nuevo. Pero cuando desperté en la mañana un soldado que no conocía me dio la noticia, y sentí cómo se desmoronaba lo poco que quedaba de mí. Peter me había dicho que debía tener fe, que Thomas podría no estar… ¿qué? Aunque él no había terminado la frase, lo único que hacía sentido era pensar que quizás Thomas podría no estar muerto. Todos en el campamento parecían conmocionados con la muerte del segundo a cargo, y nadie me prestó mucha atención cuando me dirigí a la enfermería a hablar con Sophie. El cuerpo de Peter había sido llevado lejos al bosque, ya que no había más nada que se pudiera hacer.

Cuando entré a la tienda, Soph no estaba haciendo nada específico, así que me acerqué y me aclaré la garganta tímidamente. Ella no tuvo que darse vuelta para saber que era yo.

-¿Si?- preguntó, sentí que su tono había sido un poco frío, no demasiado, pero sí suficiente para que me diera cuenta.

-Eh… Soph, debo contarte algo.

-Mjm- aún no había volteado a mírame.

-Ayer, cuando Peter me llamó antes de… antes de que muriera… me dijo algo, y la verdad no estoy segura si pueda creerlo. Me refiero a que, él estaba muy mal y quizás estuviera delirando ¿no crees?

-Ve al grano Beth- esta vez si se volvió, y me miró con ojos curiosos. Sí, estaba dando muchos rodeos.

-Pues, justo antes de entrar en paro, me dijo que debía tener fe, y luego dijo “Thomas podría no estar…” y entonces ya no pudo hablar más, y fue cuando te llamé a ti.

-¿Qué crees que signifique eso?- preguntó consternada, el dejo de frialdad había desaparecido.

-Pues, no lo se… Lo único que podría tener sentido sería que me estaba tratando de decir que Thomas no está muerto ¿no?- Formulé la última pregunta con más duda de la que hubiera querido.

-La verdad no te puedo asegurar que en ese momento Peter supiera muy bien lo que decía… No eleves tus esperanzas Elizabeth, podrías sufrir una terrible caída- pero hablaba insegura, como si tratara de convencerse más a ella misma que a mi.

-Lo se pero… es que sonaba tan seguro…

-Pues claro que estaba seguro, quizás ni siquiera sabía realmente dónde se encontraba- la frialdad había vuelto, y pude adivinar que el hecho de que Sophie no hubiese perdido la fe hasta el final, y que luego hubiera tenido que observar sus esperanzas desmoronarse frente a sus ojos, habían causado que ahora fuera renuente ante cualquier tipo de explicación que pudiera volver a decepcionarla. Ella no quería volver a esperanzarse.

-Sí… seguro no sabía lo que decía.

Ella asintió secamente y volvió a lo suyo. Un poco extrañada por la actitud que mi amiga había adoptado, salí de la tienda. Para mi sorpresa, Charlie me esperaba afuera.

-¡Buenos días!- ¿cómo podía estar tan feliz?

-Hola Charlie…

-Beth, creo que no hemos tenido la oportunidad de hablar- dijo, dubitativo.

-¿Hablar de qué?- quizás fui un poco cortante, pero no pude evitarlo.

-Ya sabes… La muerte de Thomas y Sam… Se que es difícil para ti…

Lo miré extrañada un momento. No entendía dos cosas, ¿por qué rayos querría hablar conmigo de la muerte de Thomas? No iba a hablar de eso con él, no tenía ganas de discutirlo con nadie, ni siquiera conmigo misma. La otra ¿de quién estaba hablando?

-Perdona, ¿Sam?- preferí preguntar eso que seguir con el tema de la muerte de Thomas.

-Eh… sí… Su amigo, el pelirrojo grandulón.

No pude evitar una sonrisa, Sam… Habían inventado tantas cosas para salirse con la suya, y al final habían acabado de una manera tan triste… En ese momento me di cuenta de que había estado muy ocupada con Thomas como para siquiera pensar en Matt. Era todo demasiado triste, y parecía increíble que una persona tan viva como él pudiese estar muerto. Charlie, por supuesto, no entendió la sonrisa que se extendió por mi rostro.

-La verdad es, Charlie, que no tengo ganas de hablar de ello…

-Bueno, entonces ¿de qué quieres hablar?

No tenía ganas de hablar de nada, pero era muy grosero decírselo, así que me conformé con un encogimiento de hombros. Creía sentir que Charlie necesitaba hablar conmigo, así fuera sólo para oír mi voz; y la verdad siempre había sido muy perceptiva así que podía estar casi completamente segura. Cuando me miraba había en sus ojos un brillo extraño que yo conocía muy bien… Pero en aquel momento, no podía estar pendiente de cosas insustanciales como aquella.

Nos quedamos un rato en silencio y cuando pensé que no iba a hablar, hice ademán de levantarme para ir a la tienda; pero para mi sorpresa, Charlie me tomó del brazo y me obligó a sentarme de nuevo:

-Elizabeth tengo que decirte algo- sonrió, pero se notaba que era a su pesar.

-¿Qué cosa?

-Yo…- se acercó un poco a mí-. Debo admitir que…- cada vez estaba más cerca.

Sabía que debía alejarme, pero la impresión me había dejado paralizada. Y justo cuando creí que iba a arrepentirse y dejar de hablar… BAM.

Me separé de él con las manos temblando.

-¿ESTÁS LOCO?- grité, y para mi sorpresa sentí lágrimas aflorando en mis párpados.

-Yo… lo siento, no debí…

-NO, NO DEBISTE. ¿ACASO SUFRES ALGÚN TRASTORNO?

Yo no solía hablarles así a las personas, pero no me pude controlar. ¿Le faltaba un tornillo o qué? Charlie acababa de… de besarme. No fue un beso como el de Thomas, ni siquiera un poco parecido. La verdad, no creo que pudiera llamarse beso ya que apenas rozó mis labios yo lo empujé hacia atrás.

-Lo siento, creí que quizás lograría hacerte sentir mejor.

-¿Mejor sobre qué? ¿Mejor porque mi novio murió? ¿Era eso lo que intentabas?- mi voz era un susurro.

-Yo…

-No lo creí de ti, Charlie.

Me levanté y salí corriendo hacia ningún sitio específico. No era su culpa, quizás sólo trataba de ayudar… Pero había pasado la línea.

Caminé lejos un rato, pero después me di cuenta de que lo que realmente necesitaba era estar con alguien… Y como ese alguien no podía ser Thomas, me dirigí a la enfermería a hablar con Soph.

Cuando llegué, estaba haciéndole preguntas a un hombre, así que esperé.

-Sophie…

-¿Beth? Oh, Elizabeth necesitaba hablar contigo.

-¿Sí? Yo…

Me hizo señas para salir de la tienda, y ya afuera traté de hablar, pero ella me interrumpió diciendo:

-Se que he estado un poco distante, pero es mi manera de no sufrir… no demasiado. Pero debo decirte algo Beth, cuando me dijiste lo que te dijo Peter, yo… No lo sé, fue algo extraño, como si siempre hubiera sabido que ellos no podían estar muertos. Lo siento muy dentro de mí, tengo la sensación de que están vivos en algún lugar… No quería elevar mucho mis esperanzas, pues ya sabes cómo resultó eso la última vez, pero no puedo evitar pensar… Ya sabes…

-Oh Soph, tener esperanzas nunca está de más…

Sonreímos al mismo tiempo y nos abrazamos largo rato.

-Te prometo no volver a ser tan fría, se que es mejor si pasamos por esto juntas.

-Sí, seria mucho mejor.

Ella se limpió una soltaría lágrima que recorría su mejilla con gesto de disculpa, y después de respirar muy hondo y volver a sonreír, me dijo:

-Ahora, ¿qué querías decirme?

No tenía ganas de contrale lo sucedido, no ahora. Para eso tendríamos tiempo.

-Oh, nada. Sólo quería preguntarte qué te pasaba- fingí una sonrisa.

-Ah bueno, ahora lo sabes.

Reímos juntas y nos fuimos abrazadas a la enfermería, donde pasé todo el día ayudándola.

No podía evitar pensar en lo sucedido con Charlie, y la verdad me sentía un poco mal por la manera en que lo traté, pero sabía muy bien que se lo tenía merecido.

Cuando fuimos a almorzar, traté de ignorarlo sin que Sophie se diera cuenta, y la llevé a comer al lugar más alejado posible. Él no se acercó.

*****

Habían pasado dos días desde el incidente con Charlie, y aún no le había contado nada a Sophie. Hasta había pensado que sería mejor dejarlo así, entre él y yo.

Era un día muy ajetreado en la enfermería. Hasta ahora, sólo habíamos perdido a Peter y los demás estaban evolucionando satisfactoriamente. Se sentía bien poder hablar con Sophie, pero eso no apaciguaba el dolor de mi pérdida. Cuando estaba con ella fingía que tenía la esperanza de que volvieran sólo para no desanimarla, pero sabía muy bien que eso no pasaría. Todos los días iba al lugar del bosque que había descubierto con Charlie, me sentaba ahí sola por un rato; era agradable no tener que pretender estar bien y poder llorar en soledad.

-Soph, iré a pasear un rato- le dije mientras ella cambiaba el vendaje de uno de los soldados.

-Claro Beth, pero asegúrate de volver para la cena- esas palabras me recordaron a mi mamá, siempre me decía así cuando salía en la tarde. Me permití una mueca irónica y dejé la tienda.

Caminé el tramo hasta el claro en el bosque, y cuando llegué me senté allí como de costumbre. Miré a mi alrededor y decidí acostarme en la hierba a contemplar el paisaje… hoy no tenía ganas de llorar.

Sentí como mis ojos se iban cerrando poco a poco, y la bruma invadía mi mente. No estaba durmiendo muy bien en las noches, y era normal sentirme cansada durante el día. Me daba miedo quedarme dormida ahí, quizás luego no me encontrarían, pero, estaba tan cómoda…

Llegué al punto en que no estaba segura si estaba dormida o despierta, y entonces lo escuché:

-Oh por Dios, Elizabeth- reconocería esa voz donde fuera. ¿Sería acaso un sueño?

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Hola! El capítulo es un poco flojo, pero el próximo ya será mejor. Por favor no dejen de comentar(: si no hay 6 comentarios en esta entrada no publicaré el capítulo que viene, un beso!


miércoles, 27 de julio de 2011

Cap. 42 Nuevas interrogantes.

Thomas estaba muerto, Matt estaba muerto, algunos otros soldados murieron también, muchos de los que estábamos atendiendo morirían pronto si no les daban los cuidados que necesitaban, yo me encontraba varada en un bosque en Francia y no tenía cómo seguir mi camino hacia Suiza. Sí, esa era mi espantosa realidad.

Nadie durmió esa noche, todos estaban muy ajetreados cuidando a los soldados que acababan de llegar. Soph parecía hecha de roca, no soltó ni una lágrima más, y cuando hablaba con sus pacientes su voz era firme y no temblaba en el más mínimo ápice. Yo, por otro lado, lloré bastante; durante toda la noche no pude evitar contener las lágrimas ni los silenciosos lamentos, cuando hablaba con aquellos hombres no decía ni una palabra más de lo estrictamente necesario y los sonidos que salían de entre mis labios, apretados y renuentes, eran débiles y temblorosos.

Estaba sentada en una esquina del bosque, había luchado conmigo mismo durante toda la noche, pero ya no podía más. No quería estar cerca de nadie, no quería que nadie me viera, sólo necesitaba estar sola. De pronto tuve una idea: iría al caminito que me había mostrado Charlie.

A duras penas me levanté, y tambaleándome llegué a mi destino, no me alejé mucho del campamento porque sabía que podría perderme. Me senté en el suelo musgoso y puse mi cabeza entre mis manos… Sentí una bomba explotando en mi interior cuando el primer sollozo desgarro mi pecho, y ese no fue el último, seguí llorando horas, hasta que la madrugada, con sus rayos de luz anaranjada, le dio paso a la tarde. Lloré por Thomas, lloré por Matt, lloré por mi padre, lloré por mi hermano, lloré por mi mamá, lloré por mi tía, y lloré por todo aquello que había reprimido durante tanto tiempo, lloré por mí.

Cuando comencé a marearme por el llanto, levanté la cabeza para secarme las lágrimas y volver, pero a penas enfoqué la vista me di cuenta de que no estaba sola: Charlie había estado ahí todo el tiempo.

-Lo-lo sient-to…-murmuré – No sabía que est-tuvieras a-ahí.

-No te preocupes, no podía dejarte sola.

Con todo lo que había pasado ayer, había olvidado completamente mis sospechas hacia Charlie, pero en ese momento no me importaba, mi mente sólo tenía espacio para un problema en ese momento: Thomas.

Respiré profundo, lo menos que podía hacer era averiguar cómo había muerto.

-¿No saben qué pasó con Thomas?- no dejé que me temblara la voz, no demasiado.

Él me miró sorprendido, como si no entendiera la pregunta, se agachó a mi lado y me envolvió en sus brazos.

-Beth, Thomas está muerto.- dijo, con la voz que usarías para hablarle a un niño que no entiende que su cachorro ha escapado.

Me enfurecí, claro que sabía que Thomas estaba muerto. Me sacudí de su abrazo, un poco más fuerte de lo que había querido y me puse en pie:

-YA SE QUE THOMAS ESTÁ MUERTO. NO NECESITO QUE ME LO DIGAS, QUIERO SABER QUÉ PASO CHARLES, QUÉ LE PASO A MI THOMAS- grité con todo el aire que tenían mis pulmones, y vi que en su rostro se formaba una mueca de dolor. No me importo, no en lo más mínimo.

-No… no lo sé.

Ni siquiera lo miré, me di media vuelta y caminé hacia el campamento. No sabía por qué estaba tan enfurecida, per tampoco me importaba, yo sólo quería saber cómo había muerto Thomas, qué diferencia había marcado el destino para que él no pudiera volver con sus compañeros, eso era lo único que me interesaba saber.

No oí los pasos de Charlie siguiéndome, me sentí un poco mal… no era su culpa. Entré en la enfermería y vi a Sophie, al parecer habíamos intercambiado máscaras, ahora ella usaba la mía, en blanco, y yo la de ella, llena de dolor. No habíamos hablado en toda la noche, no quise intentarlo porque sabía que estaba demasiado ocupada, pero ahora necesitaba a alguien que me entendiera y ella no estaba haciendo mucho, sólo monitoreaba a los pacientes.

-Soph… ¿puedo hablar contigo?

-Ahora no Beth- contestó, sin expresión.

-Por favor…-mi voz se quebró en la última sílaba, y de nuevo comencé a llorar. Sophie levantó la vista de su libreta y al ver mis lágrimas las suyas comenzaron a brotar; la máscara se había roto. La miré suplicante por un segundo, y luego ella asintió y me abrazó muy fuerte.

-Oh Beth…-susurró.

Lo que necesitaba no exactamente hablar con ella, la verdad lo que más anhelaba era un poco de cariño, un poco de comprensión. Y ella me comprendía…

Ambas lloramos un rato en el hombro de la otra, y entonces ella levantó la cabeza:

-Ni siquiera he podido averiguar qué les sucedió- su voz temblaba, al igual que la mía. Ella quería lo mismo que yo, saber qué rayos había pasado.

-No te preocupes, pronto lo descubriremos…

La dejé para que hiciera su trabajo y salí a la luz del sol. Era un día cálido, brillante. El cielo parecía burlarse de mi sufrimiento.

Me dirigí a mi tienda y me tiré en la cama, sabía que no era justo dormir mientras todos trabajaban, pero sentía que no iba a aguantar un segundo más.

****

Alguien me daba ligeros empujoncitos, parpadeé varias veces y vi a Charlie muy cerca. Me estiré y me levanté de la cama.

Lo miré con expresión de disculpa en el rostro, sabía que me había propasado un poco en el bosque. Él sonrió, indicándome que todo estaba bien.

-Buenos días…- susurré.

-¿Días? Beth, aún es de noche-rió. ¿Cómo podía reír? Uno de sus mejores amigos de la infancia acababa de morir… Se que quizás sólo lo hacía para parecer fuerte, y que yo debería hacer lo mismo, pero en ese momento, en mi contexto de desesperación, me parecía totalmente fuera de lugar.

-Oh…-articulé-. Entonces, ¿por qué me despertaste?

-Eh… Peter despertó, quiere hablar contigo.

Me levanté de un brinco, él sabría qué le habría pasado a Thomas, rebobinando recordé que la última noche había tratado de decirme algo y el dolor de lo impedía.

Salí de la tienda y vi a la luna, redonda y más brillante que nunca. ¿Por qué se burlaba de mí el universo?

Caminé lentamente y llegué a la enfermería, Soph me miró e intentó sonreír. Suspiré.

Peter estaba ahí, acostado y mirando al techo. Cuando me oyó entrar trató de incorporarse, pero no pudo. El torso debía dolerle demasiado. Me acerqué a él lo más que pude y le pregunté:

-¿Querías verme?

Asintió secamente y respiro profundo, lo que le causó una mueca de dolor

-Yo…

-¿Sabes qué pasó con Thomas?- le pregunté, tratando de hacerle las cosas lo mas sencillo posible.

Con el corazón en un puño, lo vi asentir.

-Oh Peter… ¿Qué pasó?

-Él no…-le dolía tanto que le era muy difícil siquiera respirar, hablar era casi imposible.

-¿No qué? Por favor dime que no sufrió demasiado- hasta ahora había hablado firmemente, pero al hacer esa pregunta esencial mi voz se quebró, no demasiado pero suficiente para darse cuenta.

-Debes saber que…-cerró los ojos por el dolor-. Elizabeth, debes… tener fe… Thomas podría no estar…

En este momento le fue imposible hablar, vi sus pupilas dilatarse por el dolor y el vendaje de su torso pasando poco a poco de blanco a rojo. Suprimió un grito arqueando la espalda.

-¡Sophie! ¡¡SOPHIE!!- de acuerdo, eso si era una escena horrible.

Sophie llegó corriendo y me dijo:

-Beth, estás pálida, espera afuera. Llama a Charlie.

No me moví, Sophie me apartó y comenzó a sacar el vendaje para ver qué había sucedido.

-¡Vamos Beth, busca a Charlie!- la urgencia en su voz me hizo reaccionar. Me sequé el sudor frío que perlaba mi frente y salí, Charlie estaba del otro lado, encendiendo fuego.

-Soph te necesita- dije con los ojos fijos en la nada. Mi expresión lo alertó y salió corriendo a la enfermería. Oí mucho movimiento alrededor de la tienda que hacían llamar enfermería, algo debía estar muy mal con Peter… Pero Peter necesitaba ponerse mejor, necesitaba estar bien de nuevo para que yo pudiera saber que había pasado con Thomas. Creí haberlo oído decir que debía tener fe…

¿Thomas podría no estar qué? Ese fue el único pensamiento que cruzó mi mente en ese momento.

martes, 26 de julio de 2011

Cap. 41 Tocando fondo.

Ya había pasado una semana y los muchachos aún no volvían. Debo admitir que comencé a perder la esperanza de que regresaran, dejé de rezar en las noches por su regreso y comencé a rogar que no hubieran sufrido demasiado. A pesar de este escenario tan triste que se me presentaba, no lloré. Ni una lágrima solitaria resbaló por mi mejilla, ni un lamento, ni una queja, pues ¿de qué servía?, llorar no cambiaría lo que estaba pasando, simplemente lo haría mucho peor.

“Elizabeth, Thomas debe estar por volver, no te preocupes” seguía repitiéndome Charlie. Sí, no lloré; pero ya mi rostro tampoco mostraba alegría, quizás ni siquiera dejé que se colara a mis facciones un poco de la preocupación que sentía. Llorar no es la única manera de alertar a la gente de que algo esta mal, y mi falta absoluta de expresión obviamente le indicó a Charlie que yo no estaba para nada bien.

Sophie no estaba mucho mejor que yo, ella también se forjó una máscara, pero a diferencia de mi máscara en blanco, la suya era una de dolor. Caminaba por los alrededores con una cara de sufrimiento que hasta a mi, que estaba pasando por lo mismo que ella, me causaba dolor observar.

Así pasó la primera semana, pero la segunda no quiso demorarse para llegar y muy pronto me encontré sumida en un dolor irreprimible. Comencé a llorar de nuevo, sola, sin que nadie me viera para que nadie pensara que me estaba derrumbando, aunque era exactamente lo que pasaba.

Una semana y media y ni rastro de Thomas, no rastro de Matthew ¿qué habría pasado? No estarían… no habrían… muerto, ¿o sí?

El día número once llegó, y ahí estaba yo: sentada en el piso junto a Charlie, quien me relataba una historia de algún amigo suyo a la cual yo no le prestaba mucha atención; Soph vagaba entre las tiendas como de costumbre, y en el campamento no se oía más nada que la voz fingidamente alegre de Charlie. Los demás soldados estaban en silencio, con la cabeza gacha como si contaran los guijarros del suelo, para mí el silencio era total, había aprendido a bloquear el ruido, y la voz de Charlie era un lejano zumbido en mi mente. Bum, bum, bum, bum, bum, bum… mi corazón latía desesperantemente lento, acompasado con el ritmo de mi respiración. Suspiré.

-Vamos Beth, no te preocupes, Thomas volverá pronto- dijo de nuevo Charlie, deteniendo su historia al oír mi suspiro.

-Lo se- mentí fingiendo una sonrisa.

-Bueno, ¿qué te parece si vamos a caminar un poco? Quizás te anime lo verde del bosque.

-Está bien- lo que él no sabía, era que observar tanta verdura sólo me haría sentir más atrapada y me deprimiría mas, pero no estaba de humor para negarme.

Nos pusimos en marcha y rodeamos todo el campamento (que era bastante grande) pero nos detuvimos en un punto donde los árboles parecían crear un sendero. Charlie sonrió pícaramente.

-¿Te gustaría ir a explorar?

-No se supone que debamos salir del campamento, puede ser peligroso- esa respuesta no era normal en mi, comúnmente me hubiera encantado la aventura.

-Oh no seas así, creo que alejarte un poco de la monotonía te hará bien.

-Pero van a preguntarse dónde estamos…

-No nos iremos tanto tiempo-sonrió- vamos, sólo una vuelta para ver qué encontramos.

Lo pensé, ¿qué podría salir mal? Respiré profundo y susurré:

-De acuerdo.

Lo tomé del brazo, no como hubiera tomado a Thomas, no cariñosamente, no buscando seguridad ni afecto, simplemente lo hice para no caerme de un momento a otro en el intrincado caminito.

Agradecía haber aceptado ir, el paisaje era muy bonito, a pesar de que las copas eran tan tupidas que no se podía ver el cielo. Los árboles eran gruesos y muy altos, había unas pocas flores y bastante musgo. Respiré el aire de ese lugar y me sentí renovada, mis pulmones respiraron con gusto por primera vez en mucho tiempo.

-Wow, bonito ¿verdad?- comentó Charlie. Y de nuevo por primera vez en bastante tiempo, sonreí sinceramente al decir:

-Me encanta.

Solté su brazo, intentando encontrar en mí la confianza para caminar con paso firme y seguro. Todo era tan tranquilo… No se colaba ni el más mínimo sonido aparte de nuestras respiraciones y el latido de mi corazón ahora acelerado. Me pareció que estuvimos horas ahí, y le agradecí a Charlie haberse mantenido en silencio, dejando que me reconectara conmigo misma. A través del techo de hojas, la poca luz que se colaba se iba haciendo poco a poco más oscura, y entonces dije:

-Creo que es hora de volver, no sería divertido perdernos en la oscuridad- para mi sorpresa lo dije riendo con verdadera alegría.

-Sí, estoy de acuerdo- respondió Charlie, parecía contento y también satisfecho de haberme hecho reír de nuevo.

Comenzamos nuestro camino, ya no me sujetaba de su brazo, me sentía renovada, llena de… esperanza. ¿Quién me garantizaba que Thomas no iba a volver? Había sido mi negatividad la que me hizo creer que tal milagro no sucedería. Me detuve un momento para tomar una última bocanada de ese aire tan puro al borde del sendero, ya estábamos muy cerca del campamento.

-Gracias por traerme, Charlie. Me ha hecho sentir mucho mejor.

-Me complace verte feliz de nuevo.

Ambos reímos, pero pude notar que él me miraba a los ojos. Me sentí algo incómoda…

Bajé la mirada y él me tomó la barbilla.

-Beth, no sufras. No te lo mereces, me parte el alma verte tan mal.

Oh oh, esto no era bueno… Creo que Charlie estaba… enamorado de… ¿mi?

-Eh…-no sabía que decir. Trataba de no mirarlo a los ojos, me sentía demasiado incómoda y estaba a punto de decirle que debíamos volver a la tienda cuando de pronto un grito cortó el aire, un grito de mujer. ¿Sophie? Oh Dios mío, ¿ahora qué?

Charlie desvió la mirada en dirección al sonido y susurró:

-Soph…

Me miró, evaluando mi expresión, y al parecer se dio cuenta de que no sería capaz de correr.

-Quédate aquí Beth, iré a ver qué pasa.

No respondí. Él salió corriendo, y en menos de un minuto me encontraba sola, de nuevo.

¿Qué rayos acababa de pasar? Quizás estaba exagerando, quizás sólo me quería como una amiga, pero no podía evitar pensar… Sacudí esos pensamientos de mi cabeza, y me concentré en Sophie y en lo que habría pasado.

No me iba a quedar ahí, sola, esperando a que alguien viniera por mí. No, me levanté y me puse en marcha. Caminé despacio porque mis rodillas temblaban ¿y si tenía algo que ver con los chicos?

No caminé mucho rato, la verdad no pasaron más de cinco minutos cuando divisé la figura de Charlie en la distancia, abrazando a Sophie, que estaba… ¿llorando? ¿Por qué?

Aceleré el paso, y mientras más me acercaba más me temblaban las piernas, pero no paré. Había más gente de lo normal… mucha más gente. ¿Habrían vuelto? Traté de caminar más rápido pero me lo impedían mis rodillas. Me paré un segundo y respiré profundamente, entonces eché a correr; ignoré mis temblores, ignoré los espasmos en mis piernas, ignoré el dolor que sentía en el pecho, incluso traté de ignorarme a mi misma, ya que mis pensamientos estaban tomando direcciones para nada agradables, ignoré cada lágrima que mojaba mis mejillas e ignoré a la gente que me veía correr. Por fin llegué a donde estaba Charlie, aún abrazando a Sophie; me detuve a unos centímetros de donde se encontraban para analizar la situación: si, había mucha más gente que antes, todos sucios, llenos de tierra, y algunos… de sangre. Vestían de soldados y se veían cansados, los cadetes que habían quedado en el campamento cargaban a varios hombres heridos hacia la enfermería de Soph y cuando ya no cabían ahí hacia las tiendas donde dormían. Miré las caras de todos y cada uno de los soldados, a varios los reconocí, incluso vi a Peter, herido de gravedad, siendo cargado hacia la enfermería... Pero no había rastro de Thomas. Caí de rodillas en silencio, observando esa horrible escena.

-Necesitamos a la enfermera, ¿dónde está?- gritó un soldado. Entonces Sophie se separó de Charlie, se secó las lágrimas y tambaleándose se dirigió a la enfermería.

Charlie se quedó quieto un rato y luego, dio media vuelta con intención de buscarme en el bosque, pero cuando iba a comenzar a caminar se dio cuenta de que ya estaba ahí.

-Oh Beth… Te dije que te quedaras…

Entonces comencé a llorar, fuerte y amargamente, cada lágrima parecía ácido perforándome la piel. Nadie me lo había dicho, pero yo ya lo sabía. Thomas y Matt no habían vuelto.

Charlie se agachó a mi lado, me ayudó a levantarme y me abrazó muy fuerte. Me parecía que la gente a mi alrededor se movía en cámara lenta, y que los sonidos habían sido apagados en su totalidad, me hundí en el dolor, me hundí en el sufrimiento y dejé que me llevara, lejos y sin rumbo fijo. Thomas… mi Thomas estaba… No podía pensarlo, no quería creerlo.

Cerré los ojos y en la oscuridad de mis párpados vi los suyos, sus ojos llenos de vida, sus pupilas fijas en las mías y entonces, en mi mente, escuché su voz: “Más peligro hay en tus ojos que en veinte espadas suyas, mírame con dulzura y quedo a salvo de su hostilidad”.

No, no podía ser verdad, Thomas no podía estar muerto, era imposible. Aún sentía el dulce olor de su respiración, la dulce sinfonía de su voz y la dulce claridad de su mirada. Era una tonta, había creído que cuando su corazón dejara de latir, el mío se daría cuenta, había creído que lo vería de nuevo, había confiado en él cuando dijo: “Te juro que volveré para ver a mi Julieta”, pero todo era mentira, todo había sido un engaño.

Me temblaron las rodillas, pero Charlie me sujetaba muy fuerte contra su pecho y no me permitió caerme. No me agradaba aquel abrazo, por más sincero que fuera no me agradaba pues, no era Thomas quien me abrazaba… Abrí los ojos y miré al cielo, donde ya comenzaban a aparecer las estrellas, me separé de Charlie y me dirigí a la enfermería sin decir una palabra. Nadie me siguió, caminé sola hasta encontrarme con Sophie, quien ponía especial empeño en vendar a un hombre de tez morena. No hablé, la dejé terminar. Cuando lo hizo, se volvió para buscar un medicamento contra el dolor, que yo ya le había alcanzado. Tenía el rostro hinchado, pero no lloraba. No dije nada, ella tampoco lo hizo. Nos miramos un segundo y ella asintió, tomó el medicamento y siguió con lo suyo.

Había más de diez hombres heridos, y Sophie era una sola, así que me dediqué a ayudarla, hablándonos sólo para recibir e indicar instrucciones. No hicimos nada más aquella noche que tratar de estabilizar a los soldados.

Peter estaba a mi cargo, estaba muy herido y necesitaba cuidados que nosotras, en un campamento, no podíamos proporcionarle. Había sido herido de bala, y por ahora lo único que podíamos hacer por él era vendar su herida y administrarle medicina para que no le doliera… no tanto.

Cuando me miró trató de decirme algo, pero el dolor se lo impedía, así que cerró la boca y los ojos tratando de no quejarse.

-Todo estará bien…-susurré.

Fue una noche realmente horrible, nunca pensé que sería posible seguir adelante cuando tenías el corazón roto en mil pedazos. No lloré más, no me lo permití; decidí que a Thomas no le hubiese agradado.

Mirando a aquellos hombres, me pregunté qué habría sucedido con Thomas, por qué no habría vuelto, qué habría salido mal. Ahora ese era mi único objetivo, lo único a lo que podía aferrarme para no volver a hundirme en el fondo del océano. Necesitaba saber por qué Thomas no había vuelto.

Sus ojos siempre habían sido un refugio para mi, un lugar seguro, pero ahora me ahogaba en ellos como en las aguas turbias de un río que te arrastra en contra de tu voluntad y te envuelve en su corriente para no dejarte ir nunca más. Ya había tocado fondo...

¡Cuidado! Oh, bueno, puedes ver que hará^^

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